martes, 19 de octubre de 2010

El discurso de las comunidades y los individuos por la contaminación de las aguas mieles del café: entre la salubridad pública y la defensa economía local (1840-1910)

La contaminación del agua no es un tema nuevo, incluso desde el año 1840 los ciudadanos de San Joaquín de Flores luchaban por un agua libre de las mieles producidas por los cafetaleros. El artículo se  encuentra en la Revista Electrónica  “Diálogos”, de la Escuela de Historia de la Universidad de Costa Rica, Vol. 10 No. 1 Febrero - Agosto 2009 y es la siguiente:
En un primer momento, el contenido del discurso de la demandas por la contaminación con las aguas mieles se mantuvo relativamente constante. En 1841, un señor de apellido Escalante y vecino del Mojón, protestó en contra de Juan Salazar por instalar un patio de beneficio cerca del cauce que abastecía de agua al vecindario. Argumentó que las mieles del café provocaban la polución del agua, lo que impedía hacer algún uso de ella13. Algunos años más tarde, una demanda en la misma dirección la impuso José Castillo en contra de Benito Dengo, por depositar el agua sucia de su beneficio en la Quebrada los Cangrejos14. Lo mismo ocurrió algunas décadas después en San Juan de Tibás, cuando los vecinos señalaron que las mieles del café de la Hacienda de don Francisco Pinto, emplazada en el Barrio San Vicente, contaminaba las aguas de la quebrada que les servía para abastecerse del líquido15.


Una situación análoga aconteció en 1867, pues los vecinos de San Antonio de Alajuela interpusieron una querella en contra de Pedro Alfaro y Ezequiel Muñoz por contaminar con desechos de beneficio la acequia que les abastecía de agua. En este caso, la contaminación llegó al límite de impedir que los animales pudieran ingerir el líquido. Se invitó a que se examinara la mortandad que había provocado en éstos y las enfermedades causadas en las personas16.

En el último tercio del siglo diecinueve la retórica continuó, sin embargo, se agregaron nuevos elementos al discurso. En 1871, los vecinos de Guadalupe interpusieron una demanda en contra de los beneficiadores del lugar por malear el agua para el consumo y afectar la salud de los pobladores17. En 1876, Ascensión Vindas, vecino de San Pablo de Heredia, interpuso una queja en contra de su vecino Juan Zamora Ocampo, para que variara el curso de las aguas de su beneficio, pues cruzaban por el camino público y la putrefacción afectabala salud
En 1877, ciudadanos de San Joaquín de Flores demandaron a Manuel Zamora por afectar con las mieles de su beneficio el agua para la ingesta, perjudicando la salud de los habitantes y causando enfermedades a los animales domésticos19.

En el mismo año, pobladores de Barrio Jesús de Santa Bárbara de Heredia protestaron en contra de Caledonio Solís, pues su beneficio contaminaba el agua de consumo. Argumentaron que estaban expuestos a sufrir enfermedades y que algunos de sus animales murieron de morriña20. En 1878, los vecinos de Santo Tomás de Santo Domingo de Heredia levantaron una queja en contra de los beneficiadores, alegando que las aguas mieles provocaban perjuicio a la higiene pública y que algunos de sus animales murieron de morriña. Además, señalaron que por el mal olor despedido existía el peligro de una peste por la fetidez y los miasmas.

A finales del siglo diecinueve, se interpusieron nuevas acusaciones. En 1890, pobladores del Barrio San Antonio, en la provincia de San José, protestaron en contra de Francisco Jinesta Aquecho por la contaminación que causaba su patio a las aguas, lo que provocó la muerte en los animales domésticos e incluso vacunos. Además, se señaló que la población siempre estaba expuesta a enfermedades e incluso a la muerte22. Un bienio más tarde, vecinos de Guadalupe entablaron una queja similar en contra de Francisco Brenes y luego su viuda Micaela Mora, debido a la costumbre de arrojar las mieles en la acequia y en la calle. En los caminos, las mieles se empozaban provocando malos olores, enfermedades y obstaculizando el tránsito de las carretas y transeúntes23. Algunos años después, un grupo de vecinos de la Uruca dirigieron un memorial al Gobernador de San José quejándose en contra de varios beneficiadores como Clodomiro Salas, Anselmo Esquivel, Virginia Bonefil y Juan Troyo, pues inoculaban el agua que salía del río Tibás, afectando la
salud comunal.

Durante los primeros años del siglo veinte, el discurso de las demandas de la población continuó en la misma dirección. En 1901, vecinos de Santiago Este de Alajuela pusieron una queja en contra de Nicolás Calivá Musacha, Rufino Soto Arias, Auristela Rodríguez Portuguez y Melchora Soto Alfaro, todos beneficiadores
de San Pedro de Santa Bárbara de Heredia, pues las aguas mieles de sus beneficios afectaban la paja de agua que le servía desde “tiempos inmemoriales”, causando daños en la salud de la población. Un año después, una demanda en la misma dirección fue interpuesta por los vecinos de Escazú en contra de Marcial Peralta, quien arrojaba las aguas mieles al río Covento. El caso es interesante, pues en 1908 aún no se había resuelto, debido a las constantes apelaciones del demandado.

En 1902, los pobladores argumentaron que de persistir el problema debían abandonar sus propiedades, pues de lo contrario podían morir de tifoidea o disentería26. Algunos años después, señalaron lo conveniente de solucionar el problema, para que la población no continuara diezmándose. En resumen, y como se puede observar, la población civil articuló su discurso en doble vía: por un lado la salubridad pública y por el otro la afectación de la economía local con la enfermedad o muerte de animales domésticos y vacunos.

Algunos de los afectados propusieron soluciones a la problemática. En 1863, los vecinos del Barrio de San Juan, perjudicados por la contaminación de las aguas mieles del beneficio de Francisco Pinto, postularon que fueran depositados en la Quebrada El Barrial, dado que no afectaría ninguna población28. En 1877, los vecinos de Barrio Jesús de Santa Bárbara solicitaron que se destruyeran las pilas del dueño del beneficio, para que las construyera en un sitio que no perjudicara a nadie29. En 1890, los vecinos de San Antonio de San José, consideraron que el imputado Manuel Zamora debía construir pozos de capacidad suficiente para recibir y absorber las aguas que distrajera de la acequia y que salieran de sus pilas de desmielo. En resumen, las propuestas responden al daño personal o comunal que sufrieron los quejosos, no se percibe una preocupación de carácter ambiental.

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